viernes, 18 de diciembre de 2009

Reducirme al olvido


Podría encarecer el alma,
reducir los costes de un suspiro,
probar a cambiar el precio
del dolor que no acaba conmigo.

Podría pedir limosna
como escritor que no guarda latidos,
morirme del frío más fuerte
de no tenerte conmigo.

Podría dejarlo todo gratis,
abolir mi casa de palabras, de albedrío ,
pero si tú, vagabundo
del mundo, pasas de largo
sin leer mis suspiros,
no quiero vivir ni una vida,
no quiero escribir ni una estrofa.

No quiero ser un escritor que escribe.
Para no ser leído.


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jueves, 17 de diciembre de 2009

Gana el último

Creíamos que se quedaría en manga corta,
en rebeca, en camisa o en fino jersey.
Quizás que tuviera algún espasmo,
esos de soplarle a uno en la cara
y quedarse atontado.

Creíamos que se quedaría así,
que no cambiaría. Y ya estábamos hartos.
Pero entonces despistó un poco,
pegó un par de golpes blancos al cristal,
tuvimos que echarnos otra manta,
y de repente, ahí estaba, Diciembre.
El frío y la nieve explotó.
Por eso dicen los sabios refranes
que el que ríe el último,
ríe el mejor.


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lunes, 14 de diciembre de 2009

Puede ser tantas cosas


Escribir puede ser tan difícil
que pierdes la fuerza por las palabras
como si se saliesen por la boca,
como si se muriesen al vomitarlas.

Escribir puede ser tantas cosas,
que me pierdo al contártelas...


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VII

La soledad del escritor
es la mejor herramienta que tiene
para escribir, una noche más,
que no soporta vivir.


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Hoy no

Podías decirlo todo.
Y hoy, sin embargo, callas.

Podías jurar cualquier cosa,
y hoy no sabes pensar en nada.

Podías pronunciar cualquier palabra.
Hoy no. 

Hoy no sabes hacer nada. 


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Solo horas

Por un momento creí que podía hacerlo,
pero hay cosas que es mejor no repetir,
momentos que mejor no vivir,
y soledades que deben vivirse a solas,
en compañía de la coraza no vencida.

Puedo pensar lo que quiera,
pero la realidad es para quien
tiene los ojos abiertos
y es capaz de ver
lo que las entrañas no quieren ver.

Puedo acallar el llanto, porque
ya soy vieja. Porque tengo años
de dolor, puedo engañarlo todo.
Y porque empiezo a darme cuenta
de que las espinas empiezan
a hincarse solas.

“No existe el amor”,
solo horas cubiertas
de palabras y gestos.
Nada más que horas.


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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Cosas que no pueden explicarse

Hay cosas que desde el alma no pueden explicarse.
Solo un nombre, unos ojos, un corazón,
y un silencio que deja de ser silencio,
son las formas de explicarlo todo
sin tener que decirle a nadie
la de cosas que tienes dentro,
la de cosas que estás viviendo.

 
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domingo, 22 de noviembre de 2009

Lo recuerdo

Yo recuerdo que entré
y cayó un telón negro.
El aire se respiraba mordido,
como entre pálpitos, desgarros,
y era un vacío desafiante,
que no atreví más que a mirar
y a investigar de silencio.

Recuerdo que estabas de pie,
o sentado, las dos cosas,
y que solo mirabas adónde
yo no alcanzo ni en sueños.
Me estabas ahogando
de sentirte ahogado de vida,
y de los lloros que me estabas
confesando entre el callar
desarmado de unas espinas.
Te estabas venciendo
ante mis ojos. Yo caía
en redondo de pena,
y ni siquiera entendía.

Supe, aunque no en ese día,
que había encontrado algo
cercano a mí, sin forma,
ni expresión propiamente dicha.
El ojo que miramos
escondidos para buscarnos
de puntillas.

Recuerdo que abriste los códigos
que se esconden en la sombra tejida.
Yo no quería ni mirarte,
pero estabas diciéndolo todo
bajo el telón negro
que se echaba encima.



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sábado, 14 de noviembre de 2009

Mi versión


Podría haber sido de otra manera,
yo me había quedado esperando en esa esquina,
junto al muro blanco de la puerta, ¿recuerdas?
Todos tenían algo que contarse.

Podría haber sido de la forma
en la que uno se une a la multitud,
hace que todo sea perfecto
dentro de la frialdad de cualquier
comentario fuera de lugar.

Podría haberme encarado con la situación,
cambiar mi destino. Haber sido una de aquellos.
Pero entonces, habría cambiado las piezas.

Podría haber sido otra, estar en otro sitio.
Haber vivido otra vida.

Entonces, tú no habrías dicho “hola,
perdona, es que te he visto ahí sola
desde hace rato, soy Marina, ¿y tú?”

¿Yo? Sí, yo también soy Marina.
¡Qué fuerte! ¿no? En fin, gracias
por acercarte. Gracias.

Algo así, no lo recuerdo bien.
Pero entonces, imagínatelo
¿podría haber sido de otra manera?
Podrías no haberte acercado,
no haber construido nuestra historia,
ni estar ahora donde estamos.

Quizás, nos faltarían estos amigos,
quizás, estarían cada uno en sitios distintos.
Nada sería igual ¿verdad?

Podría haber sido de tantas maneras…
que tan solo dijiste “hola”
y los seis de antes
somos los seis de ahora.
Para Marina Casado Trigo,
especial como ella sola.


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viernes, 13 de noviembre de 2009

Con ademanes inciertos


Con ademanes inciertos.
Llegó con misterio
en las llagas,
como hombre que pide,
que implora, que ruega.

Llegó deambulando,
rozando los filos
de las espadas.
Llegó su dulzura,
y con ella,
la esclava impureza.

Con ademanes inciertos,
y los ojos sostenidos
por la impulsiva entraña.
Llegó como un loco,
llegó como un genio.

Con ademanes inciertos,
con sombrero de sueños,
con chaqueta de orgullo.
Todo roto, todo muerto.


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Claridades

Con cien dolores por bandada,
todo en sangre abierto en brecha,
vengo a coserte con agujas
que tejen tu nombre a seda,
para que en el último grito
cierre todo como pueda.

Para que en mi tumba
haya un solo nombre,
el mío podrido a secas.
Y haya conseguido
darte la Vida
antes de que yo me muera.
Para que despacito curando
te vaya quitando penas.

Traigo un relato de versos
por si dormirte a mi vera
y taparte tu adentro,
pueda bordarte consuelos
y confesarte quimeras.

Contigo en el alma
voy a conjugarte el futuro
de mi gerundio perfecto:
Amando,
para entenderse en tu tiempo.



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"Andalú de Andalusía"


Yo quisiera levantarte
un monumento,
andalú de mis venas,
de mi gentío y de mi verso,
yo quisiera entretenerte
en mis adentros,
comerte el alma
en la pasión de tu dialecto.
Yo quisiera darte hoy,
andalú de Andalusía,
un sentimiento autónomo,
flamenquito en Poesía.



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Nuestro mundo

Tengo un puñado de astillas
hincando el cielo:
entran, abren, escuecen,
son palabras. Muerte.

Tengo tu nombre escarbando,
saca tierra, saca mares;
fulmina todo estanque,
esquiva todo trance.

Y entra muy fuerte, tenso,
en puñado de astillas,
como dije en primer verso,
y te desfigura el molde,
te descoloca el acento.

Que por Muerte no ataúdes,
sino profundidad
de entenderse entendimiento,
y tú desquicias los dolores
y hendiduras humanas
como diestro de las torturas
en cortejar sentimientos.

Eres libertino de todo siglo
y anarquista de mis momentos.
Me desguazas por trazos.
Me "circunloquias" el verbo.

Poesía lleva nombre de Dios
en tu lenguaje y dialecto.
Poesía es mi intención
de rendirte Amor,
para que cambies conceptos
por pasión de preceptos.

A desbaratarte despacio,
a jugar con palabras,
a destrozarte en mi pecho,
a figurarte lenguajes
que solo tú y yo sabemos,
vengo en corcel de estrellas
y letanías de fuego
a recluirte en mi alma,
para llevarte conmigo
a nuestro mundo de versos.
Tan mío. Tan lejos.


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Suicidio a la carta "Romántica"


Cortando zozobras
por callejón Resquicio,
aliento cortando,
cortando deshoras.
Cortejo romántico
al fatídico estilo.

Llegando sin paso,
partiendo del antro,
sentando en el banco.
¡Al fin precipicio!
¡Final del asalto!

Templando cuchillo
con diente de versos,
doblando quimeras,
expiro de un pliego.
Secreto. Mugriento.

Farol descreído
a la sombra proyecta.
Menguando. Deshecha.
El banco temblando.
Sudando desierta.

Y Byron conmigo
en la hoja siniestra.
Tirado. Podrido.
Mi mano es su pena.

El verso me acaba,
la sangre gangrena,
los poros me abren,
la muerte diseca.

Volcada en penumbras
del callejón mutilado,
una luz parpadea
ante el último apago.

La niebla, la peste,
ya llegan funestas.
Desfilan fusiles.
La Pluma se cierra.


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Larga vida al muerto

Soberbio, eso seguro.
Mezquino, ninguno igual.
Te repartes entre locura y gracia,
la gracia maldita de odiar
al humano por hostilidad.
Que si apariencias, que si noblezas,
que si espíritu y grandezas.
A todos odias, y a Platón más.
Por sus ideas tan ideales,
por la ciega mortalidad
de sucumbir ante las sombras,
como haces tú,
por tu siniestra honestidad.
Profano, ya el único,
de tiempo y siglo de oscuridad,
donde el alma rompe esquemas
de albedrío intelectual.
Solitario, por drama,
por dolencia, inmortal.
Buscador afirmante a la muerte,
buscador colérico a sangrar.
¡Venga zozobras,venga somatizar
venga angustia y derrame,
venga estrangulamiento,
gula expirante de mortandad!
Pero callemos, callemos
del morbo de criticar,
que yo les prometo,
señoras y caballeros,
que por ser Romántico
traicionero, vespertino y desvarío
del amor y sus anhelos,
impoluto queda en su ataúd
Precursor inglés del cementerio:
Lord Byron.
Nunca tan vivo como ahora,
Muerto.


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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Sal, Azufre, Mercurio


A diestro y siniestro voy llorando
por el callejón oscuro de mis raíces.
Hay un lobo esperando comerse
mis lágrimas y quitarme la lengua.
Al vuelo y sin alas voy gritando
por dentro y con todas mis ganas.

Dolores muy negros, la carne ya rancia,
perdida, desorbitada, buscando la nada.
Lo siento en el cuerpo y taladra mi alma.
Con boca de garra en los ojos me llama.
El lobo me asusta y el lobo me encarna.

A fuerza y hundida voy cayendo
a la espera de la temible vida.
Él me mira, me espera, me inicia,
penetra mi estancia en la sien desnutrida.

El lobo levanta, se acerca a mi esquina,
me entiende, me lee, comete su dicha;
suave y consciente me raspa las cuevas
de venas, la cara, los ojos, socava agonía.

Quedo en sus ojos, fundida en su vida.
Ya somos la parte, el todo. Alquimia.



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Yo quiero vivir así


Yo quiero morir punzante ante el ego
poniente de la circunstancia imponente.
Yo quiero sentir mi Muerte ante mí,
inquebrantable serpiente.¡Yo quiero vivir!

Yo quiero escupir el arte en la lengua
del fuego, encaramarme contigo, tierra
de muerto. Quitarme el latido ¡yo quiero!
Penetrarme en tu nombre, agujas de Tiempo.

Yo quiero blandirme en la tinta podrida,
escarbar los conceptos, ¡crujir los cimientos!
Enterrarme en las mentes del cuerpo,
ser la historia que nunca es perdida.

Yo quiero morir en la última estrofa,
y en la primera volver a nacer.
¡Quiero vivir en la única Obra!
¡Ser tu momento presente, tu gloria,
las cenizas de ningún olvido,
y los restos vivos de ti, de aquel!



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viernes, 6 de noviembre de 2009

Tenía que hacerlo

Tenía que dejar salir a la rabia.
Pagarlo con alguien. Explicar que tengo
el suficiente odio para no llorar,
y escribir con las suficientes ganas de llegar.

Tenía que dejar salir a la debilidad,
el proceso creativo de aunar golpes
y golpes para que te vean sin juicio,
y con la única piel de la que estás hecho,
palabras y algún sentimiento.

Tenía que enfrentarme a la verborrea
de perder la compostura una vez más.
Tenía que mostrar las agallas
de la perseverancia, las uñas abiertas
de la constancia, y el valor de seguir creyendo
que a los buenos se nos da una oportunidad.

Tenía que olvidar el difícil momento,
la falta de escrúpulos y el convencimiento
de que nadie invierte en genios,
sino en dinero.

Tenía que abrir la boca de una vez,
decir verdades que a nadie le gusta,
que este es un lugar de cobardes,
de talentos abandonados
y de intereses paralelos
a los que de verdad son grandes.

Tenía que mostrarme ¿no?
Dejar claro que pasarme por alto
es fácil, y lo difícil es olvidarme.
Ignorar lo que estoy diciendo
y sentirse por ello culpable.

Tenía que escribir y escribir,
abrirme las cuevas del intelecto,
derrochar lo que del otro mundo
vengo trayendo. Hablar alto y claro,
y presentar, de alguna manera,
lo que viene siendo mi sueño.


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El juicio bucólico


La tortura acecha al desafío macabro.

Despunta en serpiente la noche, el grito.
Se esconde el crujido latiente, robado.
Despide el camino hedor Maleficio.

La tinta corona silencios podridos,
descubre fatal el cerco carnívoro.
Premisas curtidas a cuerpo molido,
el bosque se finge callarse el destino.

La vida, sin vida. Morirse,¿qué muerte?
Ni muerte, ni vida son tuyas de frente.
Ni nada, ni espinas. Ni aliento doliente.
Me calzo tu Muerte al pie de la Biblia.

La lírica, tu carta sin nombre al nombre
de mía. Tu Pacto, que firma el Principio
vigente a la Santa Bucólica Sabiduría.
Tu Pluma, el bosque pendiente conforme
al último pulso de la fracción perdida.
Mi firma, honor, mi Sangre y mi Muerte,
¡y el Juicio nivela, y el Cosmos que Empiece!


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Dualidad a partes


Estertor ladeado. Soy yermo.
Lacre pendiente del sentimiento.
Sentido pedante, disentimiento.
Corrijo falacias a mi intelecto.

Resquebrajada. Soy muerta, absenta.
Pueril lisonjera, diamante rastrera.
Incesto hervido a llama candela.

Amante. Vibrante. Semblante.
Curtida en tu vil semejante,
sentida en tu ruin almirante.

Cadente. Me tizno en tu mente.
Disgrego acepciones latentes.
Te encajo en el cuerpo doliente.
Me araño en tus manos mordientes.

Enhiesta. Me tildo nula y perfecta.
Me inserto pecado, materia.
Me encarto Dual, Tuya. Tierra.
Parte de tu Comedia Maestra.


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jueves, 5 de noviembre de 2009

Noviembre


Llegó Noviembre, con su frío

y con su Luna pronta de las seis de la tarde.
Con el viento naufragado en el pulmón
de quien pasea por Madrid y sus calles.

Llegó tan tarde, tan cansado y tan deshecho
del fuego y el olor a mugre, que fue violento
y azotó a los árboles con sus lágrimas de hielo.
Solitario, caballeroso y hostil, toca el violín
de las ventanas a la madrugada, y cruje
como él solo en el clamor de un beso.

Llegó Noviembre en su elegancia,
en el abrigo y el sombrero que hacen
de una mirada un romance de por vida;
una fuerza enmascarada en las tardes
de amor, chocolate y películas.

Llegó, y me partió el corazón,
me hizo llorar horas y horas,
días y días, porque no pude soportar
tantísimo amor. Llegó vestido de hombre,
suave, agónico y sincero,
doloroso de buscarme, muerto de sangrarse.

Me vió de lejos, y supo desde entonces
que estábamos hechos de frío, oscuridad
y pieles de amantes eternos.


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Casi muero


Casi muero al mirarte.

Hoy, a las 8 de la tarde, en la sombra,
en el callejón, en tus manos, en tus ojos.
En un beso maldito y despiadado
que supo arrancarme los nudos
de la garganta. En una mirada
descarnada, que pudo haberme
llevado al otro mundo y haberme
traído de vuelta. Casi muero por ti.

En el segundo más consciente
de tus ojos, en la parada más perfecta
de un silencio, del corazón contraído
en el pecho, y en la debilidad más
perdida del deseo,
abro las páginas de mis momentos
para grabar tu nombre
y meterte en el paso del tiempo.

Casi muero, casi muero.
En la fracción más loca del destino,
pido perdón a quemazón de un trago.
Por querer alejarte sin haberte tenido,
por desearte desconocido sin haberte sentido.

Por haberte rechazado cuando ya eras mío.


Copyright©Marina Navas/ Todos los derechos reservados.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Justo al infierno


La sangre golpea en la puerta. ¡Abran!
Quiero verter mi sentencia. ¡La puerta!
¡Que la abran! Quiero pasar por el filo del
alma! Y el cuchillo me abra la carne y
escriba borbotones a bocados de rabia.

Ahogaré las entrañas en el cetro
de Dios, y apostaré mi discordia reclusa
en las gargantas que oprimen el mundo
del mismo Amor. ¡Malditas sean tus musas,
Altísimo, soy tu producto Buitre vengador!

La garra enzarza la puerta. ¡Abran!
Quiero descoser vena a vena el ansia
de Creación. Quiero quedarme al límite
de ninguna vida y correr al sepulcro
donde enjuagarme en cenizas el corazón.

¿Es que no me van a abrir la puerta?
¡Que no es al Cielo, sino al Infierno
a morir con él! Ya lo abandonaste
a Tu Divina desgracia. Y ahora sí
que me toca mover: me saco el cuello,
tiro la puerta de un golpe, subo
un momento a mancharte de sangre
Tu Cielo, y me bajo a pudrirme
al infierno con el único Dios
a quien Amo, por quien vivo
y muero. Y ese no hace llamarse
de renombre Grande.
Porque ya se llama Amor.


Copyright©Marina Navas/ Todos los derechos reservados.

La tercera piedra


1

Me tiraron la primera piedra. Me tiraron la segunda. Y aunque creí que la tercera no debía llegar, me tiraron la tercera piedra el 23 de Marzo de un año que da igual mencionar.

Cuando crees que la cuerda no puede estirarse más, te das cuenta de que si tiras un poco más, no se rompe, maldita sea. Y así fue todo.

Mi corazón está ocupado a cada momento por quien preside mis más profundas inspiraciones: Marcos. Pero él no fue el único que debía aparecer. Y Luís me abrió la puerta el 23 de Marzo. Y ya digo que el año no importa.


Aquel día me incorporaba a trabajar en la editorial de la revista “La mente humana” como redactora. Otra más. Me encargaba especialmente de artículos de opinión y reflexiones ya que, como indica su nombre, es una revista de psicología. Lo único que tenía que hacer es darle un respiro a los lectores con alguna historieta o microrrelato, eso sí, tenía que ser algo con mucho fondo, una historia complicada, porque los lectores de esa revista son, en general, personas que han sufrido mucho o necesitan sentirse comprendidos con vivencias similares a las suyas.


Directamente me subieron arriba, a la tercera planta, junto con el resto de redactores. Pero cuando llegué me vi obligada a esperar en la cocina, porque el señor director no había llegado, ni sus socios, ni nada. Los españoles siempre tendrán fama de vagos. Si vivieran en China...

Estuve esperando unos veinte minutos en la cocina con el chico que me abrió la puerta, Luís. Se ve que por las pintas era diseñador, o cualquier otro aspecto relacionado a la materia. Y no me equivoqué. Tenía un acento raro. El énfasis asesino que ponía en las “eles” era una predilección mía para reconocerlo catalán. Tienen una elegancia en sus formas que siempre me resultarán llamativas.

Luís tenía una de esas caras peculiares. No supe como abarcarla hasta que conseguí sentirme a gusto con su mirada. Las cosas sencillas, desde bajar a la cocina a tomar uno de esos irremediables cafés que mi vicio no me permite prohibir, hasta las cosas complicadas, como las conversaciones que siempre van tomando una forma a veces intuitiva, eran el plato de un nuevo chef cada día.

Cuando nos encontrábamos, sus manos siempre estaban puestas sobre el poyete de la cocina, y siempre estaba rígido en su cometido de estatua. A veces movía de forma descarada los brazos para ocultar que le temblaban igual que un edificio a punto de derrumbarse. O si no, los cruzaba entre sí con gesto de atención.

La mirada siempre se quedaba atrapada en mis historias. Ni un parpadeo-y si lo hubiese habido, no lo he visto-, ni el apartar los ojos, ni pestañear. Cuando yo contaba cualquier cosa, la cabeza parecía moverse hacia un lado mientras los ojos cambiaban, como tomando vida propia, a rosa, azul, verde, amarillo, negro...Había un arcoiris indescifrable en cada pensamiento suyo, y todo eran líneas cruzadas de confusiones en una mente destartalada.

En una de esas ocasiones estaba diciéndome lo que odiaba tener que cambiar sus planes por una chica, o asentarse en una ciudad para arruinar su carrera profesional en favor a lo que conlleva establecerse emocionalmente. Y fue curioso que mientras lo decía, sus ojos empezaron a cambiar a gris sin dejar de mirarme ,esperando algo, deseando una palabra más, una contestación contradictoria. Sí, su mirada era la última carta de esperanza que le quedaba.

Al salir de la cocina, todo era trabajo y pérdidas de neuronas. Y digo lo de pérdidas, porque a veces me venían chispazos suyos como lava ardiendo.

Al cabo de un mes, mi trabajo ya fluía con más soltura en la editorial. Me miraron un poco raro cuando entregué los primeros relatos que irían en la sección de historias, pero al cabo de 3 entregas entendieron mi estilo y mi forma de trabajar. Al fin y al cabo, qué es un escritor sino una caja con un compendio de cosas que forjan un sentido y un significado a todo.

El jefe siempre me pedía muchos cambios en las historias, desde nimios detalles a grandes modificaciones en el contenido, pero siempre a favor del lector. Él tenía una visión más global de lo que representaría un relato para el público aficionado. Y reconozco que a veces el trabajo de los redactores puede ser complicado, pues crear ideas supone un orden y aislamiento del resto, incluso de los intereses del cliente.

En esos días yo iba al trabajo con otra cara. Bajaba mucho más a por café, estaba todo el día repiqueteando con el boli en la mesa en vez de estar tecleando en el ordenador, como dios manda. Sumando a todo eso que los jefes me pedían algo y luego estaba haciendo mil preguntas.

Las vueltas a casa con Luís eran un tintineo del tren y un revuelo de conversaciones alrededor de nosotros. Ya había pasado un mes. Nuestras risas habían callado, y las palabras parecía habérselas tragado el viento. De vez en cuando Luis soltaba algo entre diez y diez minutos para no hacer un funeral de la penitencia que llevábamos por dentro. Yo le acompañaba con una respuesta, pero era tan corta que mi frialdad no dejaba espacio a la imaginación. Respirábamos un aire contaminado de indignación, pero sobre todo, de contención. Siempre se me venía Marcos a la cabeza, y recuerdo que cuando me despedía de Luís en el tren, todos los días volvía a casa de mala leche.

Marcos solía llamarme varias veces al día. Después de comer y por la noche. No teníamos un horario establecido, y había ocasiones en que hablábamos más. Siempre, al colgar nos decíamos, “Te Amo”, pero yo en ese último mes intentaba evitarlo. A veces seguíamos pareciendo esa pareja empalagosa que por teléfono solo faltaba que se echasen sobres de azúcar. Siempre tenía en mente sus ojos del color del campo con vetas que simulaban los reflejos de las palmeras. Una tonalidad verde difícil de olvidar para todo aquel que se atreviese a mirarlo directamente a los ojos. Su pelo caía discretamente por debajo de sus orejas, con un azabache que rompía el espesor de un bosque recóndito.

Días después, mi actitud era la de llegar a casa, coger bolso y salir al momento, después de largas duchas de 40 minutos y salir vestida como un pincel. Siempre quedaba con Luís en el mismo restaurante cercano a su casa. Ahora no recuerdo bien, pero nunca me cansaba de hablarle, a veces hasta se dilucidaban miradas pretenciosas entre mis gestos, deseos presuntuosos entre mis palabras, y ladridos callados de deseo. Todo un volcán de lava ardiendo por dentro-ya lo he dicho antes-. Cerca de las doce y media de la noche, siempre recibía una llamada, la rutina era salir del restaurante, y volver a entrar al cabo de los minutos derrotada y cortada en mil partes. Pero yo podía aguantar eso y mucho más –o así lo creía-.

Un mes después, me marché de la editorial a trabajar en una más cercana a mi casa. Me salió la oportunidad y estaba deseando cogerla. Esta nueva no tenía tanto prestigio, pero el salario era mayor, y por decir otra cosa negativa, la plantilla de trabajadores era más aislada. Tenían cara de pocos amigos. Pero al menos podía tener el interior en paz. Porque aunque mi mente no estaba clara, lo único que sabía con certeza era que tenía que estar alejada de aquella editorial y de todo lo que ello conllevaba.

Al cabo de cinco días, dejé de recibir llamadas, empecé a no comer, a no salir; a coger fiebre, a tener una infección seborreica en el cuero cabelludo y otra bucal. Por si fuera poco, tenía los ojos más hinchados que una rana, y abrirlos cada mañana era arrancarme las tripas de cuajo. El último mensaje de amor de Marcos fue hace dos meses, a las 02:34 de una de las madrugadas: “Descansa. Al final del camino te estaré esperando. Siempre. El Alma no puede renunciar a eso. Eres constituyente de ella.”

Ahora, lo único que sé es que ha dejado de Amarme, que yo no soy Ella, su Ella, que todo ha sido una ilusión, que jamás fuimos el uno para el otro. Aparte de esto, no sé nada más, ni cómo ha ocurrido todo en su mente, ni qué ocurrirá en la mía a partir de ahora. Marcos, a pesar de todo, es mi vida entera, y acabo de perderla.

2

La peor de las sensaciones no es encontrar las sombras, sino el vacío. Eso es justo lo que se ve cuando has luchado como nadie en el frente, cuando al final alguien se te acerca, te clava un puñal y te susurra al oído: -esta no era tu guerra-.

Luego, resulta que no estás muerto, pero tienes que levantarte y taparte la sangre tú solo, para que nadie la vea. Este lugar no está hecho para perdedores. Solo para vivos y muertos. Los que están en el suelo no valen para nada. Eso aprendí, para la vida, vivir es lo toca. Sufrir es un lujo demasiado caro.


Pasé cinco meses yendo y viniendo de trabajar. Con llamadas perdidas en el móvil, con correos electrónicos desafiantes, con mensajes de Marcos en los que solo se interesaba porque fuésemos amigos, y algún que otro mensaje de Luís. Él ,sencillamente, se limitó a darme espacio.


Un jueves noche, mientras paseaba por un parquecito colindante a mi casa, encontré a Luís sentado mientras le daba las últimas caladas a su cigarro. Él no solía pasear nunca por ese parque, aunque vivía próximo a mi zona. Así que me limité a observarlo, ya que no llegó a percatarse de mi presencia. Estaba mirando hacia la punta de sus Converse gastadas mientras alejaba con el pie el cigarro apagado momento antes. Su idea era encender otro – lo sabía-, pero se levantó y empezó a caminar de un lado a otro con una rapidez difícil de seguir. Empecé a ir tras él, aunque sin saber para qué exactamente.

Pero de pronto mi móvil vibró dentro del bolso. Y abrí el mensaje: “A los tres meses de nacer, tuve un accidente en el que morí y volví a la vida. Siempre he tenido la sensación de percibir más allá de lo que los demás pueden. Ojalá tuviese miedo a la muerte, pero no la tengo. No temo, prácticamente a nada, porque sé que me traje algo del otro lado que me da tranquilidad frente a las tragedias del mundo mortal; un conocimiento que no recuerdo pero que está impreso en mí. Poco tiempo después de entender esto te conocí, y no sabes cuánto ansío hacerlo más y más, descubrir parte de ello junto a ti, Andrea. No tengo voluntad para pedírtelo, solo espero volver a saber de ti algún día. No me lo niegues, Andrea.”

Guardé el móvil en el bolso y di unos pasos atrás para salir corriendo en dirección contraria. Corrí tanto que no pude ser consciente de la velocidad hasta que las lágrimas, por más que salían, no tardaban en secar.

Tardé dos minutos en abrir mi portal y subir directa a mi habitación. Empecé a hiperventilar y tuve que sentarme un rato. Con la velocidad de un rayo hice las maletas como pude, llenándolas enteras de todo lo que tenía en mi habitación. Después, dejé la casa. No tuve tiempo de explicar a los compañeros de piso lo sucedido, aunque como los conocía de tan solo dos meses, seguro que se olvidarían de mí en unos días. Dejé un post it, y les avisé de que pagaría el alquiler hasta que encontrasen nuevo inquilino.

Mi cabeza era un revuelo de confusiones, pero necesitaba coger un tren. La cuestión era ¿adónde? Cuando llegué a la estación no sabía si Valencia o Barcelona. Tenía lo suficiente ahorrado, y mientras pasaba allí una semana, podría decidir mi futuro, buscar nuevo trabajo, etc.

Me decidí por coger el tren de las 20:00 horas a Barcelona. En realidad mi sueño era pasar allí una temporada, aunque llevaba el corazón lleno de miedo y la soledad en tres maletas con ropa.

Durante el camino en tren las ideas comenzaron a descolocarme la mente y sin darme cuenta me cayeron gotas de sudor por la frente, los brazos empezaron a tener tembleques y no conseguía tener las manos quietas. Caí en un sueño profundo, pero seguía en ese estado en el que no dejas de pensar un momento en todo lo ocurrido: Marcos se marchó de mi vida con tan solo un “creí que eras ella”, Luís no dejaba de atenazar mi mente, y por qué no decirlo, mi corazón. Estaba en un estado en el que, a pesar de que siempre lo he negado, uno es capaz de estar enamorado de dos personas a la vez. No sabes definir en qué momento un sentimiento comienza y el otro sigue ahí. Lo único que podía saber era que amaba a Marcos de una forma criminal, libre y desgarradora; que aunque todo había fallado, nunca dejé un solo instante de sentirlo hincado en mi sexo, marcado en mis entrañas como un símbolo perenne e intocable. Vivo en mi alma. Así tuve que aceptarlo una y otra vez, hasta levantarme cada mañana con el suficiente coraje para vivir.

Y Luís…Con Luís “apaga y vámonos”. Desde luego nunca fue mi prototipo de hombre ideal, no tenía ese aire romántico y bohemio que siempre me ha despertado un interés especial en los hombres. Pero tenía una cosa, una sola cosa que me llamaba la atención sobre todas ellas: el poder de ver en él ese instinto oscuro, arraigado y demoníaco que hacían de nuestras miradas un inframundo de conexiones e hilos anudados. Éramos el elixir y el único recipiente que aguantaba tal compuesto químico. Sin duda, la mezcla perfecta de misterio y drama.

Justo cuando llevaba más de treinta minutos dormida y con todas las preocupaciones que se me venían encima, di un salto brusco y me puse de pie en un santiamén. Estaba en mi habitación, con las maletas sacadas encima de la cama. Y mis compañeros de piso empezaron a tocar a la puerta para ver si me encontraba bien. Los nervios se me aplacaron solos, instantes después me dejé caer en la cama, y sonreí. Aunque sea muy difícil, siempre tienes un motivo para alegrarte de algo . No me había ido a ningún sitio. Estaba donde quería estar.

Habían pasado tres semanas cuando llamé a Luís para tomar unas copas en un lounge céntrico de la gran ciudad. Las cosas en mi mente seguían igual que antes, no puedes cambiar al corazón, tan solo entenderlo.

Esa noche besé a Luís. La plaza de Colón estaba llena de luces, y las vistas, que tan solo eran coches y humo, no dejaban de parecer un mar inmenso e indefinido.

Cogí mi abrigo, miré a Luís y tan solo dije: “The show must go on”.

Caminé, y Luís sonrió de lejos. El tiempo hizo todo lo demás.


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martes, 3 de noviembre de 2009

Negocios de arte


A buen recaudo dejo la vida:

a obra, pensamiento, palabra y omisión.
A mi conciencia dejo negocios de arte,
y negocios digo porque debo
distancias entre el lector y mi carácter.

Como decía, aunque realmente no
digo gran cosa, mi conciencia pace en paz,
vanidosa porque entiende el arte,
astuta porque no entiende de nada más.
Ya ni digo que severa porque
encontró del verso lo que jamás
buscó la humanidad, y tanto que también
perversa porque luchó contra sí misma
para llegar a la muerte con dignidad.

Solo digo, dejando humildades
a un lado, que la tumba me espera
y diré verdades como puños.
Diré que sembré el fruto que he recogido,
diré que llegué, vi tus ojos y vencí,
diré que he vivido con el alma
y por el alma. Y a voz callada
me tragué el amor. Por eso de mi conciencia
hago negocios de arte, el verso.
Lo demás, no es arte. Es dolor.


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El despertar


Yo estoy velando, y salgo, pálida, prodigiosa,

húmeda toda de estas lágrimas no vertidas,
de una ausencia de líneas, de una mortal mecida
por sí sola…Y rompiendo una tumba serena,
me reclino intranquila, y no obstante cual reina,
¡viendo como el más mínimo gesto de mis visiones,
consulta mi soberbia, entre el ojo y la noche!


La joven Parca, PAUL VALÉRY(1831-1939)


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¿Quién mata ahí? ¿Quién corta mi cama
en partes de cera hirviendo con la vela
apagada? ¿Mato yo con la pena?
¿Quién arde ahí? ¡Sal, destructiva, sal!
Sal y quítame el pecho para dormir
esta noche como manda mi empeño.
Tengo los ojos abiertos a la conciencia
del dolor pendenciero, espetando el alma
con el filo del colmillo sudando a duelo.
¡Lágrimas! Llorad si no queda consuelo,
el buitre acecha temprano en la hora
del miedo. Busca la carne, trepa agonías
y jura promesa de chupar sangre al gemir
del aliento. Tengo de angustia heridas.
¿Qué es este mal que me quita sábanas?
¿Qué es esta hora que se augura en derrota?
¿Qué son esos pasos afilados de látigos?
¡No acuchilles, conciencia! ¡Vete al infierno
o me voy yo.¿Por qué te llamaste conciencia?
¿Por qué me desnudas más cerca? ¡Sierpe!
Ya tomas mi vientre y me raspas la entraña,
ya soy tu cuerpo, tu sombra, mi cruz y mi zarpa.
¿Quién golpea así el alma? ¿Quién llama?
¿Es la Tumba que mata o Tú que me Amas?


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El último trago


El primer sorbo cae dentro y es hielo.
Los ojos miran y son cristales rotos.
El pensamiento cae por cansancio,
y cuando quiero decirlo, nada es claro
y todo son abstracciones de ideas. Sueños.

El hielo está abierto, como en pálpitos
de versos. Y las punzadas, invisibles,
se disuelven y anulan. Es agua.
Lo que era frío y fuerte, ahora
es un mar abandonado y muerto.

El último trago está vacío, aun
ardiendo en el aire. Porque el
cristal ha roto sin hielo.
La presión del vacío quema
el segundo sostenido de aliento.

El hielo inflama y no rompe.
Es agua sin lágrimas, técnica
de máscara desfigurada por Tiempo.
Queda la gangrena fingida
con molde de acero perfecto.

Y el trago de tinta es la poesía
que graniza y derrama,
con un descarado anhelo
de romper las palabras.


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Detrás, el nombre


Quietud. Ni un eco.

Choca el viento bienvenido
al temple mudo Sentimiento.

Rumor. Sentencia.
Tiembla por agudo el nudo
del cerco atento a la piedra.

Rugir. Cimiento.
Cruje el tiempo desmedido,
ladrillo en sangre Penitencia.

Morir. Silencio.
Vela en grito derretido.
Quietud. Ni un eco.
Decir. No puedo.
Nombre contenido al verso.

Golpeo. Aliento.
Callar. Cayendo.

Hay un nombre que no digo.
Hay prosodias ya Quemadas.
Tinta muerta de ceniza.
Escondiendo la Palabra.


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XIX al estilo


¡Qué desgraciada elocuencia

traza impertinente
la importuna delincuencia
de mi sapiencia inoportuna!

¡Qué desajuste de proverbia
digo a entendedor
de mucha ciencia,
que mucha es poca-en realidad-,
y de poca razón dispone el varón
con sus banalidades segmentas!

Pero solo vengo a hablar
de mi grandeza,
que grande soy por doquier
y por proezas,
que soy grande
y que nadie lo entienda,
si no se quiere entender
del arte de la miseria.

Siglo de la honrada razón,
que por valuarte no tienes
ningún rey sino triviales desidios.
Siglo de marionetas y ciencias,
de rameras y teatro,
de Poesía y dolor.
Siglo cobarde que exhibe
de todo menos amor.

¿Me tachas a mí de mujer?

¿O me niegas ser hombre?
¿Qué me respondes a ser?

Con mis babas te escupo, varón;
por si pretendes amarrarme
y ejercerme el poder;
en mi dialecto segrego
la suficiente entraña
para insultar al mismo Dios,
si es que este me quemara;
en mi coraje, el vino y las armas,
y en mi honor doy mi cuerpo
a esos desventurados sin calma.
Pero de amor…no les debo nada.

Así que grande soy, aunque
me odies, y vanidosa, aunque
me quieras, por pretenderte,
ya muerto, robarte el triunfo
de tu fracaso. De tu intelecto.

¡Desvergonzado siglo de
mis adentros! Yo soy la enferma
de los que nunca perecieron,
la que arrastró sangre
por todos aquellos tus duelos,
la cobarde que tú llamaste
por ser mujer, filósofa y perro.
La que nunca se entregó
a amores que no siento.
La deslenguada por hacer
del verbo poesía al viento.

Soy mujer. Quien jamás te perdonará
que me hayas enseñado a Amar.
Porque fuiste la muerte
que más quise,
y el dolor que más siento.


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Ensueño


La soledad es este momento

para pensar.
Me invento en los versos,
y no puedo más
de este ansia de bosques,
de esta Luna de noches,
de este antojo a Bohemia
y a Poesía rota.
A sangre ¡como ninguna otra!
que pierde al poeta
buscando la cura
en la droga eterna,
buscando desgracias
y ritmos oscuros en la cueva
maldita de sus conjuros.
Solo me quedan momentos
para pensar: lo que he perdido
en ese tiempo,
cuando despierto y siento
que aquí no existen cadenas
que me aprisionen el pecho,
nudos que se abran
como rosas ardiendo.
La poesía es mi amor
insatisfecho. Me vuelvo al antojo
de su locura, que me está
volviendo loco con ella.
Recuerdo la borrasca,
la noche y un acantilado desierto.
Recuerdo que escribí y escribí.
A la mañana siguiente,
no quedaba nada.
Se fueron los versos.


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El filo del sexo


Entre dientes, boca insultante,
la carne clava a la carne,
la lengua ensalza a la aguja
en la punta del fin provocante.

El ojo presiona las formas,
entre piernas tiran los gritos
las ropas que casi se abren.

Te miro el sentido prohibido
del cinturón combatido.
Y tus ojos me bajan a dedos
botones de celo roídos.

Un gesto perdido en el juego,
el frente de guerra levanta
el jugo vertiente a punto de ganas,

y el gesto se abre en la boca
que corre hiriente de ansia…

Y soy yo, que arrastrado
te doy tregua en el placer de la cama.



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Es la forma


Es la mirada más intensa. La que no se mira.

La manera explayada de no decirte nada.
Quinta esencia de escurrirme en un grito
al callarme el alma. Es quedarme sola.
Sentirte a solas. No ver para crearte.

Es el concepto más cerrado. El que nunca llega.
El que está atrapado en el verbo imperfecto.
Imposible cercano que nunca está
donde buscamos. Es desnudarte entero,
vestirte entero. Trasladarte a mi boca.

Es la forma más terca de quererte a solas.



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Puedo volver


En realidad, puedo volver a los comienzos,

a la soledad de las baladas,
a los libros nunca leídos de la estantería,
a sacar corazón cuando despierte otra vez.

En realidad, puedo hacerlo mejor,
llorar con más fuerza, reír con menos pena,
y desarmarme el sexo por exceso
en las noches de sábado y lunas negras.

En realidad puedo darle la vuelta a todo,
echar la cara de la moneda
en vez de la cruz del vodka con soda,
y jugar la renuncia en una sola carta,
para ganar la vida desde el suelo,
con tierra en los ojos, y mirando
de lejos, como lo he perdido todo.

En realidad, es el principio de reacción,
los hechos implican consecuencias,
las consecuencias implican un sentido,
y mi sentido corrupto dio a luz corrupción.

En realidad, puedo empezar de cero,
ya lo dijo Newton hablando de ciencia
cuando quiso hablar de Alma.

En realidad, puedo volver otra vez
al principio de acción.


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lunes, 2 de noviembre de 2009

Hay conceptos


Hay conceptos inapreciables,

desbocables, intocables.
Conceptos alarmantes.
Miramientos sin enfocar nada,
vueltas de pupilas
y encrucijadas inacabables.
Hay conceptos entrecortados
en las líneas de expresión,
sentidos perpetrables en noches
de amargo control. Destino final
sin principio, ni meta, ni nada.

Hay contextos más allá del texto,
torpezas sarcásticas de sueños,
circunstancias prohibidas,
y sentidos contradictorios,
morbosidades de todo tipo
en la mente antitética del ser.
Poder o no poder no es querer
o no querer, sino hacer o no vivir
en una disgregación constante de sentir.

Hay conceptos repletos de ecos,
locuras del corazón, o de algún lado
de la parte etérea del pensamiento.
De algún lado de los gritos
de romper reglas, y crear errores.
De la cara oculta, de la traición.

Ser incomprensible a la mente humana,
al Amor, ajeno incluso a la pasión.
Incomprensible a la raza fría,
y al sabio buscador de religión.
Hay un concepto desentendido
de cualquier entendimiento, fuera
de todo lugar, de especies, tiempo,
y no sé de qué más.

Parecido a la miseria, a la búsqueda,
a la prueba del límite del pecado,
y la esfera enterrada de la percepción.

Hay conceptos que se escapan a todo,
serán por ser míos, por ser de nadie,
serán inhumanos, inexplicables,
desgarrados y punzantes,
que me hacen abrirme las venas
a grifo abierto de dolor. Para entender,
una vez más, que soy el pecado.
Y no el pecador.


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A lo lejos


Había una luz a lo lejos.

Yo no quería ir. Fuí. Me llevaron.
Abrieron una rendija, me empujaron.
Y vi la luz sin querer, luego queriendo.
Traspasé la entrada, toqué fondo
en un paso lento, y vi colores negros,
gritos, entresijos funestos. Quise irme
de allí, y me cerraron con llave.
Me agarraron el cuello, la boca,
las manos, los dientes y el alma
en un sueño. Me quitaron la ropa,
y me quedé sola en el medio.
Pero yo veía colores negros,
puertas de zombis, esqueletos,
muerte, y una espada en el pecho.
Vi la escala del mundo agazapada
en ángulos rectos. La cobardía
en un segundo llevada a un verso.
Ví la luz en cada pensamiento,
busqué salida, y caí de nuevo
en la puerta cerrada del cuerpo.
Volé para nada, porque las alas
se rompen de tanto usarlas.
Porque quiero vivir en la vida
de abajo, sin luces, ni puertas,
ni llaves, y ver un color único,
el negro. Quitar suspiros,
palabras, locuras, aventuras de alma,
quitarme de encima las hadas. Morir ya,
y quitarme de una vez los clavos de las entrañas.


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Punto –aparte-


Siempre hay un punto límite en la cuerda

cortante. Un punto tirante. Punto aparte.
Y están los excesos, los procesos.
Los esos que se sueltan en contexto.
Mecanismos de acción o tracción
en la atracción pura del cortejo.
Siempre hay un guión del deseo.

Barroquismos provocantes. Aireantes.
Palabras fornidas de formas
seguidas de tanto coraje. Talantes.
Silencios que captan el fuego
que arde en la frente de hierro,
por dentro. Por Cerebro. Pensamiento.
Por un preparado de juego selecto.

Boca que quiere entrarte.
Sacarte del cuerpo pidiente
y buscar fieras salvajes.
Quizás con ropajes, o sin,
no importa el romance.
Aquí solo hay trance. Diluvios,
palabrería asonante.
¡Qué traición de lenguaje sin arte!

Siempre, siempre hay un punto fatal
de alto voltaje. Pero al final todo
queda sin terminar. Las Palabras son así.
La herramienta más excitante,
y sin duda, la peor amante.


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Fracción


Estaba temblando cuando miró hacia mí.

Como si todo lo que viese, lo estuviese
viendo por última vez. Como si estuviese
arrancándose a tiras los metros y metros
de una piel bañada en dolor. Estaba temblando
cuando me miró al Alma. Cuando se miró
el Alma. Cuando calló.

Hubo una fracción de tiempo perdida
entre el viento de Mayo-áspero como
él solo-, y el silencio que se partió.
La palabra ahogada en un eco,
y los ojos secos de forzarlos a traición.

El parque era arrogante, sereno, metódico.
Las manos quietas como estatuas,
el cuerpo inerte como la muerte,
y el corazón helado a la fuerza.
Temblando como él solo.


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La lucha


Hoy es el día apropiado para quererme de verdad.
La lluvia desnuda la corteza del cristal,
el silencio se hace gritos en el cielo,
y uno solo de tus pensamientos
me agarra por la cintura desde atrás.
Me exprime las agallas del mortífero
pensamiento. Y soy capaz de escribir
un verso en el más absoluto despecho.
Con la estaca ya metida, sentida dentro.
Todo desgranado y desbordado,
y da igual, tengo la forma de abordarte
en el frente de batalla de mi cuento.
Hoy es el día para firmar el contrato
de fuerza y cumplir promesas.
Recaudar el fondo de mi pérdida
y secarme la cara al sol de esta guerra.

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Hasta aquí


Hasta la palabra ronca de soltar
el mismo nombre,
hasta el verbo agotado de arrancarse
los pronombres,
hasta la lengua maldita
de estar sola sin beso de nadie.
Hasta aquí he llegado,
por estar acompañada
estando en balde.

Hasta aquí están los suspiros,
donde llegan al máximo los ataques,
donde estás en mis lujurias,
y en mis ganas de matarme.

Hasta aquí la entraña molida,
hasta aquí mi vida,
y la parte más oscura
de mis partes más roídas.
De la parte cruda de la ira,
de la rabia inhibida,
de mi verso agachado
para enterrarse él solo
con tu Amor a morir roto.

Hasta aquí he llegado
y hasta aquí he mostrado.
La soberbia no me deja
más que mierdas y harapos.


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Un día


Hoy es un día raro,

el frío se presenta en la ventana
con cara de sonrisa desesperada,
con ansias de tocarme el pelo
y ponerme muecas en la cara.

Es un día de esos,
en los que solo quiero suspirar,
porque solo tengo el estómago lleno
de aire para alimentarme
de la palabra respirar.

Es un día callado,
porque así lo dice todo.
El pensamiento divaga solo
hacia los sueños del cajón cerrado.
Para sacarlos con destornillador
y cumplirlos a la fuerza.

Es un día cualquiera,
pensado para no esperar a nadie,
y saber que lo que ha llegado
es porque tenía que entrar.

Un día atrapado en el bolsillo
bajo una clave con códigos
que aún tengo que averiguar.

Un día loco, de locura,
de gritarlo todo y de saltar al vacío
a probar una vez más la amargura.
A echarle leña al fuego
y cantar con rumba los golpes
de la vida. Bañarme en agua sucia
y burlarme otra vez de tu ira.

Un día para jugar con el miedo
una partida de parchís,
perder todas las piezas,
comerme una. Contar veinte.

Un día de esos
para bailar rock and roll en un funeral.


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