Creíamos que se quedaría en manga corta,
en rebeca, en camisa o en fino jersey.
Quizás que tuviera algún espasmo,
esos de soplarle a uno en la cara
y quedarse atontado.
Creíamos que se quedaría así,
que no cambiaría. Y ya estábamos hartos.
Pero entonces despistó un poco,
pegó un par de golpes blancos al cristal,
tuvimos que echarnos otra manta,
y de repente, ahí estaba, Diciembre.
El frío y la nieve explotó.
Por eso dicen los sabios refranes
que el que ríe el último,
ríe el mejor.
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