martes, 3 de noviembre de 2009

XIX al estilo


¡Qué desgraciada elocuencia

traza impertinente
la importuna delincuencia
de mi sapiencia inoportuna!

¡Qué desajuste de proverbia
digo a entendedor
de mucha ciencia,
que mucha es poca-en realidad-,
y de poca razón dispone el varón
con sus banalidades segmentas!

Pero solo vengo a hablar
de mi grandeza,
que grande soy por doquier
y por proezas,
que soy grande
y que nadie lo entienda,
si no se quiere entender
del arte de la miseria.

Siglo de la honrada razón,
que por valuarte no tienes
ningún rey sino triviales desidios.
Siglo de marionetas y ciencias,
de rameras y teatro,
de Poesía y dolor.
Siglo cobarde que exhibe
de todo menos amor.

¿Me tachas a mí de mujer?

¿O me niegas ser hombre?
¿Qué me respondes a ser?

Con mis babas te escupo, varón;
por si pretendes amarrarme
y ejercerme el poder;
en mi dialecto segrego
la suficiente entraña
para insultar al mismo Dios,
si es que este me quemara;
en mi coraje, el vino y las armas,
y en mi honor doy mi cuerpo
a esos desventurados sin calma.
Pero de amor…no les debo nada.

Así que grande soy, aunque
me odies, y vanidosa, aunque
me quieras, por pretenderte,
ya muerto, robarte el triunfo
de tu fracaso. De tu intelecto.

¡Desvergonzado siglo de
mis adentros! Yo soy la enferma
de los que nunca perecieron,
la que arrastró sangre
por todos aquellos tus duelos,
la cobarde que tú llamaste
por ser mujer, filósofa y perro.
La que nunca se entregó
a amores que no siento.
La deslenguada por hacer
del verbo poesía al viento.

Soy mujer. Quien jamás te perdonará
que me hayas enseñado a Amar.
Porque fuiste la muerte
que más quise,
y el dolor que más siento.


Copyright©Marina Navas/ Todos los derechos reservados.

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