miércoles, 11 de noviembre de 2009

Sal, Azufre, Mercurio


A diestro y siniestro voy llorando
por el callejón oscuro de mis raíces.
Hay un lobo esperando comerse
mis lágrimas y quitarme la lengua.
Al vuelo y sin alas voy gritando
por dentro y con todas mis ganas.

Dolores muy negros, la carne ya rancia,
perdida, desorbitada, buscando la nada.
Lo siento en el cuerpo y taladra mi alma.
Con boca de garra en los ojos me llama.
El lobo me asusta y el lobo me encarna.

A fuerza y hundida voy cayendo
a la espera de la temible vida.
Él me mira, me espera, me inicia,
penetra mi estancia en la sien desnutrida.

El lobo levanta, se acerca a mi esquina,
me entiende, me lee, comete su dicha;
suave y consciente me raspa las cuevas
de venas, la cara, los ojos, socava agonía.

Quedo en sus ojos, fundida en su vida.
Ya somos la parte, el todo. Alquimia.



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