jueves, 5 de noviembre de 2009
Noviembre
Llegó Noviembre, con su frío
y con su Luna pronta de las seis de la tarde.
Con el viento naufragado en el pulmón
de quien pasea por Madrid y sus calles.
Llegó tan tarde, tan cansado y tan deshecho
del fuego y el olor a mugre, que fue violento
y azotó a los árboles con sus lágrimas de hielo.
Solitario, caballeroso y hostil, toca el violín
de las ventanas a la madrugada, y cruje
como él solo en el clamor de un beso.
Llegó Noviembre en su elegancia,
en el abrigo y el sombrero que hacen
de una mirada un romance de por vida;
una fuerza enmascarada en las tardes
de amor, chocolate y películas.
Llegó, y me partió el corazón,
me hizo llorar horas y horas,
días y días, porque no pude soportar
tantísimo amor. Llegó vestido de hombre,
suave, agónico y sincero,
doloroso de buscarme, muerto de sangrarse.
Me vió de lejos, y supo desde entonces
que estábamos hechos de frío, oscuridad
y pieles de amantes eternos.
Copyright©Marina Navas/ Todos los derechos reservados.
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Tu poema me sabe rojo.
ResponderEliminarBesos Marina.
Hermana; feliz mañana.
ResponderEliminarTen cuidado con los excesos de chocolate con churros que a veces dejan a las neuronas demasiados felices y mira lo que te da por escribir sobre Noviembre. Hayyyy!!!!!! si Octubre levantara la cabeza. Bueno bicho del bosque me has dejado intrigada por saber que pasará en Diciembre, ya me lo contárás.....
QUE LOS DIOSES TE PROTEGAN
Exactamente, ¿qué quiere decir que mi poema te sabe rojo, Martín? No lo he entendido. Un beso muy fuerte...
ResponderEliminarEl frío lo provoca ese vacío que nos acompaña. Por eso adoramos la quietud de la arboleda, el lento caer de la nive. La luz agónica del invierno. Tiene mucho de mi este poema. Un verdadero lujo.
ResponderEliminarTenías razón Marina, este poema me ha encantado. A mí noviembre nunca me ha sabido a amor, sino a invierno. Frío, solitario y triste como un vagabundo perdido durante una helada de madrugada por las calles desiertas de París
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