Dicen. Que a veces el silencio es la mejor respuesta.
Pero el silencio hoy no tiene respuestas para mí.
Al final la habitación sigue callada,
el cristal golpeado por el viento- más
atormentado que yo-, la tristeza sonando
a la par que un latido medio roto del alma,
y la vela queriendo contarme algo
que con el idioma del fuego nunca entiendo.
Los síntomas aparentemente creciendo,
y el espanto de estar vacío no tiene nombre
más que una lucha que sigue y te deja vivo
dentro del ataud más pequeño.
A veces hay momentos como estos,
nadie ha dicho que sea fácil
apretar el puño y atragantarse.
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En ciertos momentos, no es sano parar y sentarse. Para no pensar.
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