martes, 7 de septiembre de 2010

El único nombre

Que te mire y te lo jure, que lo demuestre.
Que te anule por dentro, por fuera,
que creas que te corta la respiración,
que te robe los segundos más prohibidos
para pensar en la banalidad del corazón.

Que no, que no. Que no es por envidia
ni experiencia, al amor no podemos
dibujarle casillas de felicidad
por solo un verbo conjugar.
Ten a mano las ideas limpias,
y tira las que abrirán sinsabores,
porque al sufrimiento que viene
nadie puede escapar.

Ten la frente fría, las manos
fuertes y el estómago lleno,
para golpear paredes 

y llorar. Llorar.

Ojalá pudiera darle otro nombre
al desamor, pero es el único

que entenderás. El que detrás 
del sustantivo lleva las letras
más difíciles de sentir,
y más complicadas de pronunciar.



Copyright©Marina Navas/ Todos los derechos reservados.

2 comentarios:

  1. ¿Pero qué sería de la vida sin amores y sin desamores? El amor no tendría sentido si no hubiéramos sufrido un poco antes por un amor pasado. Precisamente el amor perdido es el que nos permite valorar el amor presente. ¡Todos a desenamorarse para volverse a enamorar!

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  2. El desamor se lleva parte importante del amor primigenio, del sentir más profundo. Hay desamores a los que no hay que dar lugar a existir, aunque Olmeda piense que ayudan a disfrutar profundamente del amor venidero, éstos se llevan parte de fuerza. El amor no es algo regenerativo que se crea por ciencia infusa al pasar de uno a otro, o al menos a corto plazo. con el amor se nace, se destruye tras una frustración y quizá con la persona adecuada y con tiempo se restituye. Sólo la motivación creada nuevamente ante el sentimiento profundo te lleva a vivirlo con desprendimiento. Sólo así podrá volverse a llamar amor.

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