Siempre recordaba sus hombros, tenían la curvatura deseada incluso por muchos chicos novatos cuando se apuntan al gimnasio; sus pechos eran de los que ocupaba un gran espacio, no podías dejar de mirar y siempre se te venía la cabeza lo del “insert coin”. “Agresivos, saboreables, dibujados con pincel”, por decir tres de los adjetivos calificativos que en su pasión por la fisonomía del cuerpo Leo ponía a sus…-dejémoslo ahí-.
Y por último, su culo. Cuando Leo se masturbaba casi todas sus imágenes sensoriales se iban al culo de Verónica: la redondez y voluptuosidad de aquellas formas pedían adentrarse en él descaradamente.
No, definitivamente Leo no podía decirle que no.
Tragó saliva, guardó unos instantes de confusión, y contestó:
- Claro, Verónica, ¡cómo no vamos a vivir juntos! Será…genial.
Verónica lo miró en silencio durante cinco segundos que parecieron eternos. No sabía muy bien si gritarle o abrazarle. Finalmente le abrazó.
- Te deseo, Leo, de la única forma que solo tú puedes conocer.
- Lo sé, Vero, no tengo problema con nada de esto. Tranquila, en realidad me apetece.
- Entonces, ¿por qué tienes esa cara? ¿Y por qué estás tan borde?
- ¿Qué cara? No tengo ninguna cara. Y no estoy borde, joder, solo intento…¡Hace demasiado calor, Verónica! ¡Así no puedo hablar!
- Tienes cara de desencajado, como si esto no te apeteciera en absoluto, como si pensaras que yo fuese a atarte, a ser una de esas novias posesivas y dominantes. Esa es la cara que tienes.
- Joder, Vero, no empieces, no pienso nada de eso. Me apetece vivir contigo, te lo acabo de repetir, solo necesito poner en orden mis cosas. Estás empezando a sacar conclusiones por la expresión de mi cara. Y la cara que tengo es producto de muchas preocupaciones internas, no solo el irme a vivir contigo. Tengo cosas en qué pensar, nada más.
Leo sabía que no estaba siendo muy claro con Verónica, y además, sabía perfectamente que ella no se quedaba tranquila con ese tipo de respuestas, pero ahora mismo es la única que podía permitirse.
Leo sabía que no estaba siendo muy claro con Verónica, y además, sabía perfectamente que ella no se quedaba tranquila con ese tipo de respuestas, pero ahora mismo es la única que podía permitirse.
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Sabes mi opinión sobre la importancia relativa del sexo y ésta me parece una relación condenada a morir arrugándose prematuramente.
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