lunes, 5 de julio de 2010

La cuerda floja y tirante (1)


 CAP I

Leo se lo pensó unos instantes mientras Verónica lo miraba sin pestañear. El parque sudaba aire caliente, el césped estaba ardiendo como el fuego, y todos los viandantes parecían como si de repente se girasen hacia Verónica y la mirasen acusándola, culpándola de aquella pregunta. De pie, con las manos en los bolsillos de su pantalón corto y ceñido, apretaba los labios unos contra otros intentando que pareciese el gesto de lubricárselos.

Por fin consiguió mirar a Leo directamente a los ojos.

Imaginó que ella lo deseaba con todas sus ganas, que rezaba porque llegara aquel día. Se llevaban más o menos bien, tenían las típicas discusiones de pareja, pero practicaban sexo muy habitualmente y , en definitiva, lo habría hablado con sus amigas y ellas le dirían que ya era el momento perfecto de tener un “nidito de amor”. Eso pensaba Leo sentado en el banco frente a Verónica. Pensaba que era imposible que estuviesen a 43º de temperatura, que ella le hubiese hecho venir a aquel parque, el cual no arreglaban desde a saber , que esto no debería estar ocurriendo, que aquella misma tarde tenía que empezar a entrenar a una chica nueva que se había apuntado al gimnasio. Que se quería marchar del parque, era imposible permanecer allí. Pero ella lo estaba mirando y Leo intentó razonar antes de soltar una estupidez.

Verónica terminó su pregunta con las manos temblando, con la mirada de una niña que sabe que hay cosas que es mejor no preguntar, y respuestas que aún no son el momento de saber.

Pero ahí estaba, y a pesar de los nervios contenidos sabía que a una mujer como ella ningún hombre podría decirle que "no". Porque una mujer siempre sabe cómo amoldar a un hombre a su antojo, porque él la quería demasiado como para destrozar una relación por una "simple" respuesta, porque no iba a partirle el corazón. A ella no. Y porque, vivir con tu pareja no debía ser tan difícil - pensaba ella para sus adentros-.

Verónica tenía un conjunto físico que quitaba el hipo a cualquiera que pasara por la calle. Cuando miraba fijamente a los ojos, un hombre era capaz de enloquecer e imaginar en solo un segundo todas las fantasías de cama más guardadas en la mente masculina. Era la mujer que todos pensaban que no debería ser de nadie, porque nadie podía morir sin haberla disfrutado. Y sin embargo, el que la tenía, solo pensaba en no perderla.

Con los ojos y el cabello negro brillante,  labios jugosos como el melocotón recién cortado y el lunar en el “monte de Orión”, justo encima del labio superior, uno ya podía hacerse una idea de lo que sería el resto. Pero no, en realidad toda idea preconcebida era poca cosa.

Copyright©Marina Navas/ Todos los derechos reservados.

5 comentarios:

  1. Vaya, ese Leo es un tio con suerte. Desde luego, espero que en este relato haya sexo, y que los fluidos corran cual torrente. Pero sin perdernos en la trama sentimental... Engancha nada mas comenzar a leerlo, mis felicitaciones. Y...

    Publica la continuación ya!

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  2. Parece ser que sí. Pero lo cierto es que ¿cómo será él? La descripción de Leo vendrá más adelante, y lo cierto es que tiene pinta de ser un hombre de esos, de esos que quita el hipo...

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  3. ¡Continuación ya! Empiezas fuerte ;)

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  4. Guauuuuuuuuuuu seguire este relato de cerca... Este tema me parece "algo" interesante ;)

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  5. Voy a seguir leyendo el próximo fragmento. Me gusta cómo transmites la psicología de Vero y sus procesos mentales, pero creo que la palabra "sexo" ha salido demasiado pronto.

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